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El plan globalista de la Agenda 2030 es implacable, inexorable y no da tregua.

Junto con el destrozo de las presas en España (falta de agua) el destrozo de la agricultura (falta de alimentos) y el famoso “cambio climático”, hay una nueva noticia que puede pasar desapercibida, pero que ciertamente más adelante puede ser utilizada para decir que en 2023 ya estaban avisando.

 

Un centro de investigación de esos que están muy lejos y que nunca hemos oído su nombre (Universidad de Nagoya, en Japón) nos dice que el virus de Covid a mutado y (como siempre) la culpa es de los humanos.

Lo cierto es, que sabemos que quieren imponer el PASAPORTE DE VACUNAS OBLIGATORIO, y para ello necesitan montar otro gran miedo a nivel mundial, Nos están preparando para otra pandemia, que será seguramente mucho más alarmante, con tal de seguir inoculando a la población sus líquidos experimentales.

También preparan nuevos confinamientos ya que dicen : El virus de la Covid se hizo más “sigiloso”, cuando el humano se confinó

 

 

Un ordenador afirma que las mutaciones de Covid-19 surgieron en respuesta al comportamiento humano

En las ciencias sociales o en la física experimental se conoce como «la paradoja del observador» a aquella situación en la que el fenómeno analizado se ve influido por la presencia del propio observador o investigador.

Algo similar pudo pasar con la Covid-19. Es decir ¿y si, paradójicamente, el comportamiento del ser humano hacia el virus provocó su mutación en distintas cepas?

Una pregunta sorprendente pero a la vez fascinante, que ha dado a pie a una investigación dirigida por un equipo de la Universidad de Nagoya, en Japón, que se publica hoy en la prestigiosa revista Nature Communications.

 

Utilizando tecnología de Inteligencia Artificial y modelos matemáticos, el grupo de científicos ha revelado que el comportamiento humano, como los confinamientos y las medidas de aislamiento, afectan la evolución de nuevas cepas de Covid-19.

Se sabe que los coronavirus son más estables genéticamente que virus como la gripe o el VIH. Sin embargo, el SARS-CoV-2 se desarrolló para volverse más transmisible en una fase temprana de su ciclo de vida.

Además, sabemos que la Covid ha ido generando nuevas variantes como Delta, Ómicron o el sublinaje de ésta última, bautizado como Eris o E.G.5. Esto no es del todo una excepción. Como ocurre con cualquier otro organismo vivo, los virus evolucionan con el tiempo. Y aquellos con ventajas de supervivencia se vuelven dominantes en el acervo genético.

 

El tema es ¿por qué? ¿Por qué ha mutado tanto el virus de la Covid-19?

La respuesta se debe a muchos factores. Pero el estudio que nos ocupa, apunta que los factores ambientales influyeron en esta evolución, incluido el comportamiento humano.

Y explica que, al aislar a las personas enfermas y utilizar confinamientos para controlar los brotes, los humanos pueden alterar la evolución del virus de maneras complicadas.

Un concepto importante en esta interacción es la carga viral, que se refiere a la cantidad o concentración de un virus por mililitro de un fluido corporal.

 

En el SARS-CoV-2, una mayor carga viral en las secreciones respiratorias aumenta el riesgo de transmisión a través de gotitas. La carga viral, entonces, se relaciona con el potencial de transmitir un virus a otras personas.

Así, por ejemplo, un virus como el Ébola tiene una carga viral excepcionalmente alta, mientras que el resfriado común tiene una baja.

Sin embargo, los virus deben realizar un cuidadoso acto de equilibrio, ya que aumentar la carga viral máxima puede ser ventajoso, pero también peligroso para su supervivencia. Y es que una carga viral excesiva puede hacer que las personas se enfermen demasiado (e, incluso, mueran) como para transmitir el virus a otras.

En esta línea, el grupo de investigación dirigido por el profesor Shingo Iwami, de la Escuela de Graduados en Ciencias de la Universidad de Nagoya, identificó tendencias utilizando modelos matemáticos con un componente de IA para analizar un vasto conjunto de datos clínicos publicados con anterioridad a su trabajo.

 

 

Así fue como descubrieron que las variantes del SARS-CoV-2 que tuvieron más éxito en la propagación tenían un pico más temprano y más alto en la carga viral.

Esto es: en la primera ola de la pandemia tenían mucha potencia de transmisión desde que entraban en el organismo y se quedaban en él por más tiempo.

Sin embargo, a medida que el virus evolucionó desde la variante pre-Alfa a la variante Delta, las cepas tenían una duración de infección más corta. Los investigadores también encontraron que disminuyó el período de incubación del virus y aumentó la proporción de infecciones asintomáticas registradas a medida que éste mutaba. Es como si se hiciera más “sigiloso” a medida que el humano se escondía.

Los resultados mostraron una clara diferencia. A medida que el virus evolucionó de la cepa Wuhan a la cepa Delta, encontraron un aumento de cinco veces en la carga viral máxima (se contagiaba más fácilmente) y un aumento de 1,5 veces en el número de días antes de que la carga viral alcanzara su punto máximo.

Iwami y sus colegas sugieren que los cambios de comportamiento humano en respuesta al virus, diseñados para limitar la transmisión, estaban aumentando la presión de selección sobre el virus.

Esto provocó que el SARS-CoV-2 se transmitiera principalmente durante los períodos asintomáticos y presintomáticos, que ocurren más temprano en su ciclo infeccioso.

Como resultado, el pico de carga viral avanzó hasta este período para propagarse más eficazmente en las etapas presintomáticas más tempranas.

Al evaluar las estrategias de salud pública en respuesta a la Covid-19 y a cualquier patógeno potencialmente causante de una pandemia en el futuro, es necesario considerar el impacto de los cambios en el comportamiento humano en los patrones de evolución del virus. «Esperamos que la presión inmune de las vacunas y/o infecciones previas impulse la evolución del SARS-CoV-2», revela Iwami.

«Sin embargo, nuestro estudio encontró que el comportamiento humano también puede contribuir a la evolución del virus de una manera más complicada, lo que sugiere la necesidad de reevaluar la evolución del virus».

 

En conclusión, su estudio sugiere la posibilidad de que nuevas cepas de coronavirus evolucionaran debido a una interacción compleja entre los síntomas clínicos y el comportamiento humano. El grupo espera que su investigación acelere el establecimiento de regímenes de prueba para tratamientos adaptativos, detección efectiva y estrategias de aislamiento contra virus en el futuro.

 

 

 

BIBLIOGRAFIA:

LAURA CANO LIÉBANA

 

 

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