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Estamos viviendo situaciones a nivel personal y colectivo, donde es difícil entender porque cuanto más nos perjudican, nos ningunean, nos atacan en todos los sentidos, hay personas que defienden el “sistema” y confían ciegamente en él y en los politicos que lo manejan.

En lo personal hay personas que sufren malos tratos, abusos de todo tipo, pero que cuando tienen que enfrentarse a quien lleva acabo estos actos, dicen que “los aman” ante la perplejidad de los que no pueden entender el motivo.

Inversión del locus de control. La víctima se siente la mala de la película y “el Lobo” (los politicos, las parejas..) lo sabe y juega con eso.”

 

Este fenómeno se conoce como apego al perpetrador, lo que quiere decir que cuanto peor tratan a la víctima, está más se vincula con su agresor, ya que no tiene fuerza ni valentía para romper esa relación y escapar.

 

Es común en las relaciones de abuso psicológico ver cómo la víctima se cree la responsable de todo cuanto ha acaecido.

 

No es falso del todo, pero tampoco es cierto, pues en una relación del tipo que sea, hay dos partes y cada una tiene una intencionalidad.

La persona empática siempre comparte, deposita en amigos la confianza y la vinculación que cree necesarias para poder construir un puente entre las personas.

El problema sobreviene cuando proyectamos en el otro la misma intencionalidad, pues no todo el mundo busca lo mismo, como ya hemos podido ver.

Las personalidades psicopáticas, narcisistas y manipuladoras buscan cosificar a las personas, no tienen ni un ápice de benevolencia y aprovechan cualquier fallo del sistema de apego para colarse por nuestras grietas.

De nosotros debe depender, sin embargo, tomar conciencia de esas grietas y vigilarlas.

 

El sistema de apego

 

Desde que nacemos la importancia de la vinculación a otras personas ésta está inscrita en nuestros genes.

Somos animales sociales y la vinculación, gracias al sistema de apego, debe servirnos para la supervivencia. Sin esta vinculación con sus semejantes, el ser humano no puede sobrevivir.

Pensemos que la primera vinculación que el ser humano establece es con sus principales figuras de apego: la madre y el padre, y más en particular la primera puesto que el primer ser vivo con el que entramos en contacto es el mismo que nos dio la vida: mamá.

Una vez que este sistema de apego se establece es el que se va a repetir en la vida adulta por ello, la manera en la que nos relacionamos con nuestra familia es la misma que se va a establecer en las relaciones que signifiquen establecer vínculos de apego, siendo la pareja la principal fuente de vinculación y hay que tener en cuenta que al cabo de 18 meses de relación las personas han depositado en el otro toda la confianza y ya se ha establecido una vinculación total.

 

 

Volviendo al sistema de apego primigenio, existen las famosas heridas del alma que son las heridas en estos sistemas de apego, a saber: rechazo, abandono, traición, injusticia y humillación.

Estas lesiones, a menos que se haga uno consciente y responsable de las mismas, son las que pulsarán de fondo y nos llevarán a buscar un tipo de pareja bien determinado que asegurará la repetición.

Me explico, si uno tiene una herida de abandono y por lo tanto de traición (normalmente suele formarse con el progenitor de sexo opuesto) elegirá personajes que le provoquen las mismas vivencias, que lo abandonen y lo traicionen.

Sin embargo, ocurre, que nuestra herida nos hace leer la realidad del modo en que a ella le interesa para asegurarse de que le hacemos caso.

 

Inversión del locus de control

Teniendo en cuenta que el niño busca la vinculación forjada a través del sistema de apego, un sistema de apego con fallo sistémico como las heridas mencionadas (esto es que los padres fueron malos o estuvieron ausentes) hará que PARA SALVAGUARDAR Y PROTEGER su vinculación y asegurar su supervivencia, el niño evitará poner la responsabilidad de los abusos emocionales en su principal figura de apego: mamá o papá o quien sea.

 

 De tal forma, seguirá manteniendo intacta la relación. Siendo él mismo el responsable, sintiéndose él el responsable del mal, mantendrá esa vinculación limpia.

 

Así, se crea ese falso yo, el ego, de las personalidades dependientes. Es realmente impresionante el grado de profundidad del inconsciente.

Traducido a las relaciones de pareja tenemos al dependiente que para salvaguardar su relación y proteger a su figura de apego, ahora su pareja, no sabe poner límites, no dice nunca que «no», no se prioriza, siempre prioriza a los demás, es buenista y pagafantas y siempre intenta mostrar su mejor cara, aunque la vida vaya mal dada.

La sonrisa infinita y perenne es un mecanismo de manipulación para atraer a las personas. Todos manipulamos para obtener lo que nuestro cree necesitar. De forma inconsciente, sin realmente tener una agenda encubierta como los animales de los que venimos ocupándonos últimamente, somos manipuladores en potencia.

 

Merma de la autoestima

 

La imagen propia, ese falso «yo» buenista, pagafantas, ilimitado dechado de simpatía, empático, ofrecedor de ayuda basado en la falacia de que «todo el mundo es bueno», opaca las necesidades del verdadero «yo», la esencia.

Tomar consciencia de nuestras verdaderas necesidades no es egoísmo, sino al contrario, es bondad real que busca la conciencia sobre uno mismo para evitar daños derivados del ego (que es lo que pensamos ser).

El hecho de internalizar la responsabilidad e invertir el locus de control nos da una falsa sensación de control.

Asignarse a sí mismo la responsabilidad implica que tenemos el control sobre lo que nos está pasando, lo cual es un intento desesperado por dar una explicación y a la vez acarrea una de las peores consecuencias que es la de la indefensión aprendida.

 

La indefensión aprendida

Es ver que, puesto que yo soy el responsable de lo que está ocurriendo (inversión del locus de control) y permitiendo que esto ocurra, aprendo que no hay manera de salir de esta situación.

La autoestima mermada por el círculo vicioso en el que nos hemos metido.

Cuanto más tiempo se pase en esa situación, más sensación de imposibilidad, ahogo, desamparo. Cuanto más pequeños nos hacemos, más imposibilidad de salir por nuestro propio pie.

 

 

 

BIBLIOGRAFIA

Beauseant –elrefugiodelasceta.com/2023/08/28/

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